LA CARA DESCONOCIDA DEL SIDA
Recordar la vigencia del derecho humano
fundamental a la salud en un momento en el cual, en toda la región, con
excepción de Cuba, el modelo neoliberal busca su privatización, aparece como
una necesidad histórica impostergable.
Medio
siglo después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS/1948), definiera
a la salud como "el estado de completo bienestar físico, mental y
social", las opciones políticas, las regresiones socio-económicas y los
procesos de exclusión social, apuntan más bien hacia una pauperización
generalizada.
Esta
situación, conjugada con otras formas de discriminación pre-existentes, afecta
principalmente a las poblaciones pobres, marginalizadas y excluidas, entre
ellas las mujeres, quienes, por su rol doméstico solventan además los cuidados
familiares y comunitarios.
En
ese contexto, el surgimiento de la pandemia del HIV-SIDA, merece algunas
reflexiones globales, que enfoquen el contexto y encaren los diversos problemas
estructurales, inherentes al modelo de desarrollo adoptado e impuesto al
conjunto de América Latina, por las elites regionales y mundiales.
Pero
también, es indispensable abordar las iniciativas solidarias de defensa de los
derechos humanos de las personas afectadas con HIV-SIDA, vinculando su
situación, las de sus familias y comunidades, con el conjunto de
reivindicaciones, propuestas y acciones que buscan el cambio social.
Se
estima que 10 millones de personas son portadoras del HIV en el mundo, de las
cuales 25% son mujeres. En América Latina y el Caribe, unas 2 millones de
personas viven con el HIV-SIDA, ubicando así a la región en tercer lugar en los
índices de propagación del virus.
Sin
embargo, aunque las proyecciones para el año 2000 diagnostican que el 80% de
ellas resultarán de relaciones heterosexuales, basándose en preconceptos,
magnificados por sectores conservadores, que estigmatizan tanto a las personas
portadoras como a grupos específicos, ni las instituciones ni la sociedad han
desplegado acciones acordes con la magnitud del problema.
Los
puntos de vista que presentamos en esta publicación, identifican a la pobreza y
a los prejuicios como los principales problemas que se presentan en la lucha
contra el SIDA en la región.
No
sólo los períodos de supervivencia de las personas portadoras del HIV son más
cortos en los países pobres, sino que los recursos acordados para la prevención
y educación son insuficientes para desarrollar acciones adaptadas a las
necesidades socio-culturales específicas. Y, en medio de estas dificultades, se
estima que para el año 2010 la expectativa de vida en los países más afectados
por el SIDA disminuirá de 10 a 30 años.
Para
muchos/as, el surgimiento del HIV-SIDA ha tenido, al menos, una repercusión
positiva que es la de haber puesto sobre el tapete debates sobre la sexualidad
y las relaciones de poder que se ejercen en este marco. Por primera vez en la
historia de la humanidad, está construyéndose un marco de referencia relativo a
los derechos sexuales, que reconoce las posibilidades de las personas, especialmente
de las mujeres y personas discriminadas por su orientación sexual, a tomar
decisiones sobre su cuerpo y modos de vida.
Como
condición necesaria de ese proceso, las/os autoras señalan la urgencia de
desarrollar programas masivos de educación sexual y ciudadana, encaminados a
incentivar la autonomía y el apoderamiento, personal y comunitario, pues, como
señala Elizabeth Reid, en un artículo de esta edición, un serio obstáculo en la
lucha contra el SIDA es "la existencia de relaciones sociales desiguales y
opresivas, que disminuyen la autonomía de las personas, relaciones de poder
que, basadas en la etnia, la clase, la sexualidad, el género, o lo que sea,
encaminan en estas vías a quienes controlan, manipulan, dominan, dirigen o
subyugan, y perpetúan la discriminación, el desempoderamiento y la
marginalización".
* Fuente: ALAI
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